EL BAILE DE UNA NIÑA

Lysa TerKeurst

“Y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres.” Juan 8:32 (NVI)   

Lectura:

Mis caricias siempre han brindado consuelo a mi hija más pequeña, Brooke.

Recuerdo cuando ella era bebé y yo tenía que salir a hacer compras y ocuparme de otros asuntos… sabía que debíamos haber regresado a casa una hora antes para que ella tomara su siesta. Pero como también sabía que tenía que hacer esas cosas de todos modos, yo proseguía y esperaba que todo saliera lo mejor posible. Entonces ella empezaba a ponerse inquieta, y pronto los quejidos y lloriqueos escalaban hasta volverse un colapso total.

Aunque no podía hacer mucho para consolarla mientras manejaba, podía alargar mi brazo hacia el asiento trasero y tocaba su pierna suavemente. Demoraba unos minutos, pero al final ella se calmaba y estiraba su pequeña mano para tomar la mía.

Unos cuantos años después Brooke tuvo una presentación con el equipo de danza de alabanza de su escuela. A ella le encantaba estar en el escenario, así que esperaba verla toda sonriente y risueña. Pero justo unos minutos antes de que la presentación empezara, una Brooke consternada fue a buscarme entre el público.

Entre lágrimas que corrían por sus mejillas me explicó que la maestra la había movido de la fila delantera a la fila trasera y que ella no se sabía la parte de esa fila. Yo la tranquilicé: “Cariño, solo ve al escenario y observa a las otras niñas para que te tengas una idea y puedas seguir los pasos. Tú sabes este baile. Te irá bien.”

Pero ella sollozaba: “No me irá bien si me equivoco y lo arruino, y sé que lo voy a arruinar todo.”

Ahí fue cuando se me ocurrió. Ella necesitaba mis caricias para superar esto. Pero ambas sabíamos que era imposible que mi brazo la alcanzara hasta el escenario. Así que rápidamente susurré: “Brooke, fija tus ojos con los míos, y te acariciaré con mi sonrisa. No mires a nadie más. No importa si lo arruinas. Lo importante es que fijes tus ojos en mí todo el tiempo. Vamos a hacer esto juntas.”

En voz baja preguntó: “¿Todo el tiempo, mami?”

“Todo el tiempo, Brooke”, le contesté mientras veía a mi valiente hija caminar de regreso a su lugar.

Varias veces durante el baile, Brooke perdió el ritmo. Ella sabía que sus pasos no eran perfectos, así que sus ojos se llenaron de lágrimas. Sin embargo, las lágrimas nunca cayeron. Con sus ojos perfectamente fijos en mi cara sonriente, ella danzó.

Mi sonrisa no estaba basada en su actuación. Mi sonrisa nació gracias a un increíble amor por esta preciosa niña valiente. Al mantener su atención enfocada solo en mi sonrisa y en la caricia de mi mirada, fue como si el mundo se desvaneciera lentamente y fuésemos las únicas personas en el salón.

Esta es la manera en la que Dios quiere que yo baile en la vida.

Aunque no puedo verlo físicamente, mi alma lo imagina claramente. En los ojos de mi mente él está ahí. La caricia de su mirada me envuelve, me consuela, me tranquiliza, y hace que el mundo luzca extrañamente borroso. Mientras mi mirada está fija en la suya, yo bailo y él sonríe. Las risas y las burlas de los otros se disipan. Aunque puedo oír sus mordaces intenciones, no son capaces de perforar mi corazón ni de distraer mi atención. Incluso mis propios tropiezos son incapaces de provocar sentimientos de derrota.

Con frecuencia mis pasos traicionan el deseo de mi corazón, pero no es mi actuación perfecta lo que captura la atención de Dios. Lo que Dios observa es mi completa dependencia de él.

Él susurra a mi corazón: aférrate a mí y a lo que digo sobre ti, pues mis palabras dicen la verdad sobre quién eres y la esencia de la razón por la que fuiste creada. Luego lo imagino haciendo una pausa mientras añade: “Y conocerás la verdad, y la verdad te hará libre.” Juan (8:32).

Su verdad me libera de las cadenas de la duda y la inseguridad. Su verdad me libera de sentirme incapaz e inadecuada para intentar seguir a Dios. Su verdad me cubre mientras titubeante susurro: “Quiero ser una mujer que le dice ‘sí’ a Dios.”

Amado Señor, quiero mantener mis ojos en ti mientras bailo entre los altibajos de mi vida. Dirige mis pasos hoy. En el nombre de Jesús, amén.

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Fui hecha para desear, libro escrito por Lysa TerKeurst

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Reflexionar y responder:

Dedica algo de tiempo para reflexionar en los versículos donde Dios dice quién eres tú para él, tales como Efesios 1:3-8, 2 Corintios 1:21-22, y Juan 1:12.

Versículos poderosos:
Salmo 121:1-2, “A las montañas levanto mis ojos; ¿de dónde ha de venir mi ayuda? Mi ayuda proviene del Señor, creador del cielo y de la tierra.” (NVI)

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