Con Diseño Divino

Esposa vs. mamá

De la Palabra de Dios:“Por eso el hombre deja a su padre y a su madre, y se une a su mujer, y los dos se funden en un solo ser” (Génesis 2.24, NTV)

“Yo soy primero madre y después esposa”,  eso es lo que muchas, muchas veces he escuchado y el criterio que escuchan también muchas niñas al crecer y luego repiten al madurar.

Sé que estas palabras pueden crear discrepancias pero quiero hablarte al corazón, con la verdad de Dios, y así quisiera que las recibieras.

Uno de los versículos más leídos en las bodas es Génesis 2.24, que citamos al principio. Todas lo conocemos pero por alguna razón solo lo aplicamos a la idea de que ya no viviremos más con los padres, en el sentido físico, de la casa. Sin embargo, entiendo que también tiene implicaciones para nuestra tarea de madres.

Al casarnos empezamos una nueva familia, una familia donde aunque no desechamos a nuestros padres ni los descuidamos {eso nunca está respaldado por la Biblia}, ahora nuestra responsabilidad principal está en ese pequeño núcleo que comenzamos con nuestro esposo y al que luego se añadirán los hijos.

Pero esos hijos un día dejarán a su padre y a su madre, y se unirán a su esposa o esposo, según corresponda. Formarán su propia familia. Y nosotras seguiremos junto a nuestro esposo, tal y como comenzamos.  El ciclo continúa.

Hace años leí en un libro de Bárbara Johnson que los hijos son un préstamo que Dios nos hace por 18  o 20 años más o menos, y así es. Aunque siempre serán nuestros hijos y estaremos a su lado para amarles, apoyarles y ayudarles, tenemos un espacio de tiempo limitado para criarles. Pero en ese tiempo, a pesar de que tenemos que dedicar gran parte de nuestras fuerzas, energías y tiempo a ellos, no podemos descuidar la relación principal y que dio origen a nuestra familia, nuestra relación con el compañero que Dios nos dio. 

Es ahí justamente donde viene el problema. Muchas mujeres deciden ser primero madres y luego esposas, alterando el orden que Dios dio y el matrimonio comienza a sufrir. Si en esos 18 o 20 años de los que hablé antes no cultivamos nuestra relación, no buscamos tiempo para compartir con ellos, para disfrutar las cosas que nos gustan, etc., cuando los hijos se vayan de casa y el nido quede vacío como dicen, miraremos a ese hombre que está a nuestro lado y solo será un extraño, alguien con quien hemos convivido pero nada más. Puede parecer muy radical lo que te digo pero lo he visto demasiadas veces. Mujeres que han sido madres súper dedicadas, excelentes dueñas de casa pero descuidaron su relación con el esposo y, o terminaron con un matrimonio mediocre o lo perdieron.

Mi amiga lectora, no me malentiendas. Para nada estoy promoviendo que seamos madres descuidadas ni que no nos ocupemos de nuestro hogar. ¡Al contario! Pero si mostramos a nuestros hijos un matrimonio precioso donde sus padres se aman, se cuidan, se dan prioridad, les estaremos dejando una herencia muy valiosa, un patrón que la sociedad no sabe mostrarles. Y cuando ellos tengan sus propios matrimonios, sabrán qué hacer para tener éxito.

Mira lo que dice Dios en Tito 2: “Esas mujeres mayores tienen que instruir a las más jóvenes a amar a sus esposos y a sus hijos,  a vivir sabiamente y a ser puras, a trabajar en su hogar, a hacer el bien y a someterse a sus esposos. Entonces no deshonrarán la palabra de Dios”.  Ahí está el orden bien claro: esposo primero, hijos después.

¿Qué tal si en esta semana comienzas y te propones buscar un tiempo que sea solo para los dos?

Tu esposo es el compañero que Dios te regaló para toda la vida. Tienes responsabilidad ante él de amarlo, respetarlo, cuidarlo. Es una bendición que debemos atesorar. Todo este asunto de la familia fue idea de Dios, y él en su inmensa sabiduría estableció un orden, seamos mujeres sabias y sigamos sus instrucciones. El diseño de Dios es perfecto, no lo podemos superar.

Vive de esa manera,

Wendy

Si quieres aprender más sobre el diseño divino para tu vida, te invito a visitar: www.wendybello.com

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