Con Diseño Divino

Guarda tu corazón

De la Palabra de Dios:“Sobre todas las cosas cuida tu corazón, porque este determina el rumbo de tu vida.” (Proverbios 4:23, NTV).

Venía manejando, los niños hablaban entre sí y yo trataba de escuchar a la persona que hablaba en la radio. De repente, como de la nada, estas palabras comenzaron a repetirse en mi mente “guarda tu corazón”.  

Guarda tu corazón… sí, el ajetreo de la vida, las muchas responsabilidades, preocupaciones, listas de pendientes, y todo lo demás que gustes añadir hace que a menudo nos olvidemos de este proverbio tan antiguo y actual.

Me ha pasado. Me pasa. Es muy fácil descuidar el corazón. Y quizá a estas alturas estés pensando: “¿qué quiso decir Salomón cuando habló de “cuidar el corazón”?. Quizá había muchas otras cosas en su mente, pero creo que los versículos que siguen nos ayudan a ver con claridad de qué se trata. 

Cuida lo que dices: “Evita toda expresión perversa; aléjate de las palabras corruptas” (v. 24, NTV).

Lo que decimos contamina nuestro corazón, lo ensucia. No por gusto Jesús dijo que el problema más grande no está en lo que entra a nuestra boca, refiriéndose a la comida, sino a lo que sale de esta, nuestras palabras… porque las palabras son un reflejo de lo que guarda nuestro corazón. Si no lo cuidamos, el corazón puede convertirse en un almacén de amargura, resentimiento, ira y frustración que en el momento menos pensado salen disparados cual munición de ametralladora. 

Enfócate: “Mira hacia delante y fija los ojos en lo que está frente a ti” (v. 25, NTV).

La tendencia de mirar hacia atrás, al pasado, nos desvía del propósito que Dios ha trazado para nuestra vida, nos desenfoca. Si el pasado gobierna nuestra vida, el corazón vive apesadumbrado, en derrota y no nos deja experimentar la vida abundante que Jesús vino a darnos. Guardar el corazón es enfocarnos, poner los ojos en Jesús, como nos enseña el autor de Hebreos.

Pero este proverbio tiene otra enseñanza. Enfócate en lo que está frente a ti. No vivas preocupada por el futuro, mucho menos temerosa. El corazón que vive en el temor paraliza la mente y el cuerpo. Necesitamos recordar día a día que el control no es nuestro, es de Dios. A nosotros nos toca hacer lo que enseñó Jesús en el Sermón del monte: No preocuparnos por el mañana (lee Mateo 6:34). Guardaremos nuestro corazón cuando nos enfoquemos en Jesús, dejando atrás el pasado y sin preocuparnos por el futuro.

Examínate: “Examina la senda de tus pies, Y todos tus caminos sean rectos” (v. 26, RV1960).

Guardar el corazón requiere que lo sometamos a un examen diario. No podemos depender de un chequeo anual, como hacemos con nuestro corazón físico, el corazón del alma y el espíritu requiere de un chequeo cotidiano. ¿Cómo se hace? A la luz de la Palabra, en oración. Guardar el corazón también requiere que escojamos un camino recto, o dicho de otra manera, un camino que agrade a Dios, un camino de obediencia y sabiduría divina.

Mantén el rumbo: “No te desvíes a la derecha ni a la izquierda; Aparta tu pie del mal” (v. 27, RV1960).

¿Has visto las carreras de atletismo? Cada uno de los corredores va por un carril, saben que no pueden desviarse si quieren llegar a la meta. No pueden correr de lado, no pueden correr de espalda, tiene que correr hacia delante y solo trata de adelantar. La vida cristiana es similar. Los ganadores saben que tienen que mantener el rumbo.

Guardar el corazón implica que no nos desviemos. El enemigo, Satanás, nos presentará supuestos atajos, opciones más “fáciles”, decisiones aparentemente menos dolorosas… pero él es padre de mentiras. Y esa es su función, engañarnos para que nos desviemos y nuestro corazón comience a llenarse otra vez de la basura que el Espíritu Santo ha limpiado. Tenemos que guardarlo y para ello, seguir el camino que ya quedó establecido por Dios en su Palabra, imitando a Cristo. La decisión de apartarnos del mal es nuestra.

Aquel día en el auto Dios me habló al recordarme que antes de poder cuidar de mi familia, antes de cumplir con el ministerio, antes de cualquier otra cosa, necesito cuidar de mi corazón. Y por eso lo comparto contigo, porque, como dije al principio, corremos el riesgo de no atenderlo y creer que podemos seguir adelante en esta trayectoria. ¡No creamos la mentira! Una mujer sabia, que anhela vivir en el diseño de Dios, es una mujer que guarda su corazón.

Bendiciones,

Wendy

Esta lectura forma parte de mi libro “Una mujer sabia”, disponible ya en amazon. Puedes leer todos los detalles haciendo clic aquí.

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