Con Diseño Divino

Decepciones

De la Palabra de Dios: “Así que acerquémonos con toda confianza al trono de la gracia de nuestro Dios. Allí recibiremos su misericordia y encontraremos la gracia que nos ayudará cuando más la necesitemos” (Hebreos 4:16, NTV).

Decepciones. Todos las sufrimos. Todos las causamos. A todo nos afectan. Pero tres en una semana me parecía mucho… demasiado. Las emociones todas mezcladas. Enojo. Frustración. Tristeza. Y todas luchando por abrirse paso y salir gritando. Cada una más fuerte que la otra.

Quizá tú también has estado ahí. O estás ahora mismo.  ¿Qué hacemos con las decepciones? ¿Cómo las procesamos?  De nada vale esconderlas o tratar de disfrazarlas porque en algún momento sacarán las narices.  Podemos conversarlas y eso suele mejorarnos. Es necesario si hay seres queridos involucrados. Pero no es suficiente. A veces el dolor de la decepción sigue ahí.

En ocasiones yo las escribo, como ya seguro te diste cuenta. Me ayuda. Pero tampoco es suficiente.

¿Sabes lo único que ha sido suficiente para mí? Procesarlas con Jesús. Sí, pedirle su perspectiva. Hacer una oración sencilla que me ayuda grandemente: Jesús, dame tu perspectiva porque si no, sé que puedo terminar mal. No quiero que suene simplista. Pero esa fórmula es lo único que ha funcionado con esta hija de Dios que cada día necesita más de su gracia para poder vivir y ganar las batallas. Incluso la de las decepciones.

Y fue justo así, tratando de procesar con Jesús las decepciones de mi semana, que él me lo hizo ver: gracia, tienes que otorgar gracia… como yo te la doy a ti. ¡Y sí que me la otorga!

GRACIA. Favor inmerecido. Del griego charis.

La ley de Dios fue entregada para que toda la gente se diera cuenta de la magnitud de su pecado, pero mientras más pecaba la gente, más abundaba la gracia maravillosa de Dios (Romanos 5:20). Es contradictorio. No debiera ser proporcional, pero lo es. Desafiando toda ley matemática, hay una proporción directa. Mientras más pecado hay en nosotros, más abunda la gracia de Dios.

Y él nos pide que hagamos lo mismo: “Lo que ustedes recibieron gratis, denlo gratuitamente”
(Mateo 10:8).

Pero nos cuesta, nos cuesta mucho… queremos aferrarnos a la decepción, al dolor, al derecho de sentirnos enojadas y frustradas. ¿Cierto? Es que la gracia tiene que ir revestida de perdón. Es algo intrínseco. No existe manera de conceder gracia sin perdonar.

Lo sé, hay dolores más profundos que otros. Hay decepciones que hieren donde nadie puede ver ni llegar. Pero Dios sí. Su amor y su gracia alcanzan hasta los lugares recónditos del corazón. Y nos sanan. Para que luego nosotros podamos hacer lo mismo con otros.

¿Sabes? No hay garantías. Las decepciones volverán. Quizá con otro nombre, en circunstancias distintas. Pero volverán porque somos imperfectas y vivimos en un mundo teñido de pecado. Cuando vuelvas a chocar con ellas, cuando vuelva yo a chocar con ellas, quiero procesarlas con Jesús. Pedirle su perspectiva. Recordar que soy un resultado de su gracia.

Fue la gracia lo que le devolvió la dignidad a aquella mujer sorprendida en una cama ajena. Fue la gracia lo que rescató a un Pedro decepcionado de sí mismo. Fue gracia lo que hizo de Saulo un Palo. Por gracia somos salvos.

Las decepciones. Todos las causamos. Todos las sufrimos. Todos tenemos la oportunidad de convertirlas en monumentos de gracia.

Hagámoslo, ¡porque esa es la vida que Dios diseñó!

Wendy

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