Con Diseño Divino

Una actitud que pudiera costarnos mucho

De la Palabra de Dios:“No sean egoístas; no traten de impresionar a nadie. Sean humildes, es decir, considerando a los demás como mejores que ustedes.  No se ocupen sólo de sus propios intereses, sino también procuren interesarse en los demás. Tengan la misma actitud que tuvo Cristo Jesús.

Aunque era Dios, no consideró que el ser igual a Dios  fuera algo a lo cual aferrarse. En cambio, renunció a sus privilegios divinos; adoptó la humilde posición de un esclavo y nació como un ser humano…  se humilló a sí mismo en obediencia a Dios...Hagan todo sin quejarse… brillen como luces radiantes” (Tomado de Filipenses 2, NTV).

La actitud es una de las poquísimas cosas que podemos controlar en nuestra vida. Y Pablo, una vez más oportuno, nos hace un llamado a la actitud. Claro, este llamado es más que eso, es un desafío. El libro de Filipenses está lleno de desafíos. Y el desafío está en el versículo 5: “Tengan la misma actitud que tuvo Cristo Jesús”.

A veces creemos que la parte de la actitud es solo lo que viene después de ese versículo, pero en realidad, empieza desde antes.

No sean egoístas; no traten de impresionar a nadie. En un mundo donde todo gira alrededor del YO,  ¿cuántas veces hacemos cosas solo por egoísmo, para el beneficio propio? ¿Y cuántas para dejar una buena impresión, pero no por amor a Cristo sino por amor al yo? Queremos impresionar a otros para destacarnos entre la multitud que solicita un puesto de trabajo, entre las tantas chicas que buscan encontrar pareja, y en ocasiones hasta en nuestro servicio a Dios, solo para impresionar a otros. ¿Nos atrevemos a reconocerlo?

Sin embargo Pablo nos ordena: tengan la actitud de Jesús, consideren a los demás como mejores. “Ah, no, Pablo, ya eso es un poquito exagerado…” ¿Te pasó por la mente? Me ha pasado a mí. ¿Por qué me pide el Señor por mano de Pablo algo semejante? No se me ocurre otra cosa que esta: para que podamos tener la actitud de siervo que tuvo Cristo. Solo así nuestro corazón capta esa perspectiva y aprende a amar a los demás, como nos amamos a nosotros mismos.

Mira lo que viene después:

Aunque era Dios, no le importó. Renunció a sus privilegios. ¿A quién le gusta renunciar a sus privilegios? Nos pasamos la vida reclamando los derechos, pero rara vez nos ofrecemos voluntariamente a renunciar a nuestros privilegios. ¡Claro que es un desafío! Pero como hijas de Dios hemos sido llamadas a una ciudadanía diferente.  

Cristo aprendió el secreto de la verdadera grandeza: Se humilló en obediencia a Dios. ¡Tantas veces no queremos humillarnos! Nos cuesta, la actitud de Cristo nos cuesta.

Sabemos que necesitamos dar perdón, pero nos negamos. Creemos ingenuamente que si lo hacemos perdemos poder, control. ¡Cuánto nos engañamos! El que sí gana poder  en ese caso es el diablo, sobre nosotros, llenándonos de amargura y alejándonos de Dios.

O al revés. Sabemos que  tenemos que pedir perdón pero lo vemos como una humillación, y no queremos. El orgullo se enseñorea. ¿La actitud de Cristo? Humillarse en obediencia a Dios. Ahí está la clave: es una muestra de obediencia a Dios.

Y por si este desafío nos parece poco, Pablo nos exige un poco más. Hagan todo sin quejarse.  La queja es una de las enfermedades de estos tiempos. Vivimos quejándonos. Y no voy a extenderme en el tema, pero aquí puedes leer sobre “la quejabanza.”

Para cerrar con broche de oro, Pablo nos ordena algo, siguiendo los pasos de Jesús quien también lo dijo a sus discípulos: Brillen. Cuando era pequeña en mi iglesia cantaban un himno que quizá hayas escuchado. El coro decía: “brilla en el sitio donde estés”. A eso nos ha llamado Dios. A ser luz en este mundo. ¿Fácil? Para nada. Es mucho más cómodo pasar inadvertidos, ir con la corriente, ser parte de la oscuridad. Pero Cristo no murió para que siguiéramos en oscuridad, sino para sacarnos de las tinieblas a la luz, y para que llevemos la luz a otros.

Entonces, ¿cuál es la actitud que debemos cultivar tú y yo? La de Cristo Jesús: humilde, priorizando a los demás, en obediencia a Dios. Una actitud libre de quejas y que sirve de luz al mundo.

Wendy

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