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Hasta los errores pueden ser útiles

De la Palabra de Dios: “…pero yo he rogado por ti para que tu fe no falle; y tú, una vez que hayas regresado, fortalece a tus hermanos (Lucas 22:32, LBLA).

Incluso si no has leído la Biblia, seguro conoces la historia de Pedro y su traición a Jesús. Por alguna razón nuestras faltas y fracasos se hacen populares más rápido que nuestras virtudes y triunfos.

Hoy estuve releyendo esta historia mientras llegaba al final del evangelio de Lucas, como parte del plan de lectura de la Biblia en un año (¿lo has hecho alguna vez?)

Así que Jesús, porque sabía lo que iba a pasar, le hace a Pedro (también llamado Simón) una advertencia:

“Simón, Simón, mira que Satanás ha pedido zarandearlos a ustedes como si fueran trigo. Pero yo he orado por ti, para que no falle tu fe. Y tú, cuando te hayas vuelto a mí, fortalece a tus hermanos” (Lucas 22:31-32, cursivas de la autora).

Ya sabemos lo que ocurrió después. Esa noche, antes de que el gallo cantara, aquel ex-pescador, el discípulo más atrevido y dispuesto de todos, traicionó a su amado Señor. Cuando se dio cuenta de lo que había hecho “lloró amargamente” (v.62).

Sin embargo, ¡este no fue el final de Pedro, más bien fue su comienzo! Y es eso en lo que quiero que nos enfoquemos hoy. En poco tiempo la vida de este hombre experimentaría un cambio radical. Se convertiría en un vocero de Cristo, en un líder para la iglesia que surgía. Pero tuvo que pasar por el momento difícil, ser zarandeado, caer, y luego volver.

¿Alguna vez has deseado no haber vivido alguna experiencia? ¿Poder regresar y empezar de nuevo? ¿Borrar días del calendario de tu vida? Yo sí. Y no pocos, por cierto; pero no es posible, por mucho que lo intentemos.

No obstante, este pasaje de Lucas 22 nos revela una verdad trascendental: Aunque hay experiencias de las que sin dudas no nos sentimos orgullosas y preferiríamos que no estuvieran ahí, la realidad es que al volver de ellas somos diferentes. Y es justo por haberlas vivido que podemos fortalecer a otros, tal y como Jesús le dijo a Pedro.

Piénsalo. ¿Quién puede hablar mejor del fracaso que aquel que lo ha vivido? Si tomaste decisiones erradas, ¿quién mejor para ayudar a otra persona que pudiera encontrarse en un caso similar? Un viejo refrán dice que fuera del agua se nada muy bien. Y es cierto.

Jesús sabía que Pedro sería zarandeado. Sabía que tú y yo lo seríamos también. Él oró por Pedro, e igual lo hace todavía por ti y por mí:

“Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros” (Romanos 8:34).

Como le dijo a Pedro, nos dice a nosotros, y me permito parafrasearlo: “Cuando vuelvas a mí para recibir perdón y misericordia, cuando te arrepientas y retomes el camino... ve y fortalece al que está débil, háblale del perdón, de la misericordia, de la gracia. Comparte tu experiencia. Conviértete en un agente de esperanza y aliento. Y déjame usar tus fallas para mi gloria, para que mi poder se perfeccione en tu debilidad."

Como madres sabemos que en muchas ocasiones nuestros hijos harán cosas de las que luego se arrepentirán. Volverán a nosotras para pedir perdón y llorar; y como madres esperamos también que la lección aprendida les sea de provecho en la vida. Dios, el Padre, sabe que como hijos haremos lo mismo; pero también, como todo padre, espera que volvamos a él, busquemos perdón, lloremos si es necesario, y aprendamos la lección para luego fortalecer a otros.

Deja de condenarte por las experiencias que le restan belleza al historial de tu vida. Dios no se acuerda de ellas, las ha echado al fondo del mar. Lo que sí espera es que las uses para que otros vuelvan.

Casi que escucho a Pedro decir: “Amén”.

Bendiciones,

Wendy

© 2019 Wendy Bello
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