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Pensando en el capítulo más largo de la Biblia

De la Palabra de Dios:“Tu palabra es una lámpara que guía mis pies y una luz para mi camino” (Salmos 119:105, NTV).

“¿Cuál es el capítulo más largo de la Biblia?”, era una pregunta común en los concursos bíblicos cuando yo era niña. ¿La respuesta….? Salmos 119. Tiene 176 versículos.  Recuerdo que mi abuela tenía un cuadro en la cocina con el versículo del principio. Es la versión antigua del GPS.

Salmos 119 es un poema acróstico hebreo; hay 22 estrofas, una para cada letra del alfabeto hebreo en forma consecutiva. Cada uno de los 8 versos de cada estrofa comienza con la letra hebrea que se menciona en el encabezamiento.

No se conoce a ciencia cierta su autor pero lo que sí tenemos claro es que quien lo haya escrito, amaba la Palabra de Dios. Su pasión era conocer la Palabra, vivirla, atesorarla, obedecerla. Le pido a Dios que esa misma pasión sea nuestra y si en algún momento se ha apagado, él la avive y lleguemos a entender que esta no es cualquier palabra, no es un libro más, la Palabra de Dios es vida.

El versículo uno dice: “Felices son los íntegros, los que siguen las enseñanzas del Señor”. La integridad está por convertirse en una virtud en vías de extinción, ¿no te parece? Resulta difícil encontrar a una persona íntegra, que mantenga su palabra, que no negocie principios, que no se sume a la corriente del relativismo donde ya no existe bien ni mal sino que todo es según uno lo perciba.

Sin embargo, este hombre sabio comienza diciéndonos que aquellos que siguen las enseñanzas del Señor son personas íntegras, ¡y felices! Tal es así que, como nos revela el versículo 3, no negocian con el mal y solo andan en los caminos del Señor. No sé tú pero yo anhelo que eso pueda decirse de mí. ¿Fácil de lograr? ¡Claro que no! De hecho te diría que es prácticamente imposible, si no fuera por la gracia de Dios y un corazón dispuesto a obedecerlo.

En nuestro caminar con Dios anhelamos muchas cosas, pero pudieran resumirse muy bien en lo que dice los versículos 5 y 6: “¡Oh, cuánto deseo que mis acciones sean un vivo reflejo de  tus decretos! Entonces no tendré vergüenza cuando compare mi vida con tus mandatos”. ¿Qué está reflejando mi vida? Puedo decirte con sinceridad que no siempre soy un reflejo de alguien que cumple con los mandatos de Dios. A veces pierdo los estribos, digo lo que no debía, lucho con sentimientos que distan mucho de ser todo lo bueno, justo y puro a que nos exhorta Pablo en Filipenses. Pero tal y como este salmista, mi deseo que es al actuar otros puedan ver a Jesús en mí.

Maravilloso que el versículo 7 nos dice que  según aprendamos las ordenanzas de Dios, viviremos dando gracias. Otras versiones dicen: “te alabaré con integridad de corazón”, pero en hebreo la palabra es Yadah, un término que implica dar gracias, alabar, aclamar. Vivir obedeciendo los mandatos de Dios nos lleva a una vida de gratitud. ¡Aleluya!

Y para terminar, ¡cuánto me identifico con las palabras del versículo 8! Este hombre tenía en su corazón un deseo genuino de obedecer a Dios, a sus mandatos. Pero, como tú y yo, muchas veces fallaba en el intento, caía, repetía lo que en realidad no hubiera querido hacer… ¡tan humano, tan sincero! Al punto que le pide a Dios: “¡por favor, no te des por vencido conmigo!” Esas mismas han sido las mías en varias ocasiones y de cierto modo me produce alivio ver que no estoy sola, que la propia Palabra de Dios contiene el testimonio de gente frágil como tú y yo, dispuestas a exponerse ante los ojos de muchas generaciones pero confiadas en que aun así, Dios les ama.

Ahora es tu turno. Lee de nuevo estos versículos. Anota lo que Dios hable a tu corazón. Y sobre todo, pídele pasión por aprender y atesorar su Palabra.

(Publicado originalmente en wendybello.com)

© 2016 Wendy Bello

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