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La sal de la tierra

Mateo 5:13

"'Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal pierde su sabor, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y pisoteada por los hombres'".

 

Hay diferentes clases de sal que se dan naturalmente en nuestro medio ambiente.  Sin embargo solo una de esas sales apasiona nuestro sentido del gusto.  Esa sal – sodio cloruro – es la más sabrosa de todas las sales y la que todos los seres vivientes necesitan.  La asombrosa química detrás de este misterio muestra que este no es ningún accidente. 

 

El sodio en la sal de mesa común es crucialmente importante para mantener el balance de agua en el cuerpo.  Esto hace que la sal de mesa común sea irremplazable para tanto para la mayoría de los seres humanos, como para los animales de la tierra.  Sin embargo, no podemos saborear nada a menos que sus moléculas puedan entrar a la red densa de filamentos que recubren nuestras papilas del gusto.  La mayoría de sales, tal como el aluminio o las sales de magnesio, no ofrecen ningún sabor que apelen.  Esto es porque las moléculas que estructuran estas sales son demasiado grandes para poder pasar a través de los filamentos alrededor de nuestras papilas del gusto. 

 

Así que el sodio de cloruro, la sal de mesa común, es una molécula diseñada cuidadosamente.  Nosotros necesitamos el sodio, pero en realidad no la podemos saborear.  Sin embargo, el cloruro es lo suficientemente pequeño para entrar en nuestras papilas del gusto y proveer ese sabor salado.  Unidos, a cada parte de la molécula sirve para un propósito crucial, darle a la sal su sabor. 

 

Hay muchas creencias entre los humanos y muchos tipos de comportamiento.  Sin embargo, no hay ninguna otra forma de venir a nuestro Creador y a Dios, sino solo a través del perdón de pecados que se encuentra en Jesucristo.  Ni hay ninguna otra forma para que nosotros seamos verdaderamente la sal de Dios en el mundo que el hacer que Su perdón, Palabra y voluntad sean partes de nuestra misma existencia.

 

Oración: Te agradezco, Señor, que inclusive los diseños moleculares en Tu creación puedan hacer que la vida sea posible.  Oro por que mi vida pueda estar completamente informada de Tu Palabra para no poder ser más que verdadera sal en testimonio de Tu salvación.  Amén. 

          

REF.: Ezzell, Carol. 1991. Salt’s technique for tickling the taste buds. Science News, v. 140. p. 276.

 

 

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